Abrió los ojos y algo le molestaba en el fondo del oído. Tenía la sensación de haber soñado algo desagradable que no conseguía recordar. Cerró los ojos y trató de visualizarlo, de recordar algún detalle. Nada. Sólo esa molestia en la parte de atrás de la cabeza.
Con los ojos cerrados pudo concentrarse mejor en lo que escuchaba. Cuanto más tiempo pasaba de este modo, más nítido se hacía el sonido. Una risa infantil al principio quizás. Empezaba a oírse más fuerte. Era una risa, pero no tenía nada de infantil... Más fuerte, una risa chirriante. Una risa ensordecedora llena de odio. Una carcajada tan terrible que sabía a azufre y olía a óxido. Quería dejar de escuchar, pero era imposible. ¿Cómo se deja de escuchar?
La risa seguía allí, ocupándolo todo. No podía respirar. Todo su cuerpo retumbaba a su compás. No cabía nada más que aquel sonido incesante.
Dejó de escuchar de la única manera que supo. La ventana no estaba demasiado lejos. Y al parecer el suelo tampoco.
lunes, 5 de diciembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario