lunes, 29 de octubre de 2012

JARDINERÍA EXTREMA

Hmmmm Con la uña negra de haber estado rascando la tierra, saco por fin el hierbajo de raíz. ¡Eso es! Ahora sin raíz a dónde vas a ir ¿eh? ¡Vas a pudrirte en el fondo del bombo de la basura! Ven conmigo... A la mañana siguiente me despierto de mejor humor y me asomo a la ventana esperando ver un jardín impecable. Casi me caigo de culo al ver que sigue ahí, el muy cabrón se ha escapado y aún esta echándose algo de tierra encima con esas lánguidas manos vegetales que tiene. Éste se va a enterar. Bajo las escaleras de dos en dos, abro la puerta trasera de una patada, lo cojo de los pelos y tiro sin compasión. Busco las tijeras de podar y me agacho en el suelo de la casucha de jardín. Abro las oxidadas hojas y las aprieto sobre su tembloroso cuerpo -Esto te va a doler.... -¡Espera! Por un momento creo haber oído algo y me quedo mirando el hierbajo. Miro alrededor para cerciorarme de que nadie me esta viendo y junto las agarraderas. Repito la operación varias veces hasta que a mis pies no queda más que un manojo de ramas y raíces hechas trizas. Tengo ganas de reírme. A la mañana siguiente el hierbajo sigue en mi jardín y las tijeras de podar están en mi cama. Tengo miedo. Tengo miedo y me falta un dedo del pie.

martes, 23 de octubre de 2012

Pieles muertas

Tensa, arrugada. Tensa. Arrugada. Tensa......... Arrugada! Tensa? Arrugada. Teeeeeeeen¡sa! .....arrugada hm.... ¿Cuánto lleva mi abuela muerta?

domingo, 10 de junio de 2012

Confesiones de la lectura cotidiana

Estoy leyendo. En la cama, en la calle esperando al autobus, en el metro, encorvada con la vista fija en las palabras sin apenas darme cuenta de dónde estoy. Leo y me enamoro del personaje principal, de los detalles que lo forman, de que se acueste pensando en tonterias. Me enamoro de él aun sabiendo que no existe. Nada, sólo era eso. No hay final truculento para hoy. Sólo el eterno amor no correspondido a los grandes personajes de ficción.

lunes, 4 de junio de 2012

Diferentes puntos de vista I

El sonido a plástico frágil removiendose, olor a roto, a..... a roto, no había otra palabra. A papel pulverizado. A oscuras sólo podía orientarse por el olor y el sonido, no se atrevía a tocar a nada que no fuera él mismo. Terror. Terror a lo que estuviese pasando allí dentro. Pero aún más terror a lo que se oía desde fuera. ¡Dale fuerte! ¡Dale! ¡Más a la derecha! ¡Pero coge bien el palo, imbécil! ¡Ahí! Y el griterío infantil que vino después del golpe y la luz y el dolor y el quebrar de caramelos en el suelo. Piñata lo llaman. Tirado en el suelo con medio cuerpo desparramado sobre el linóleo, aquella palabra casi le hacía gracia. Casi.

miércoles, 11 de enero de 2012

BOBBY DESCANSA EN PAZ

Uñas. Las miraba y las examinaba, analizando cada milímetro a la perfección, buscando cualquier tipo de tara....un pellejo fuera de lugar. Fue entonces cuado llegó al meñique. Ese dedo en particular era especialmente polémico. De pequeña se lo rompió cuando torturó al perrito Bobby durante un partido de fútbol de su hermano. Tal acto de crueldad le pasó factura. Ahora la uña de su meñique izquierdo estaría ligeramente orientada a la derecha para el resto de sus días. Enervándola y poniéndole los nervios a flor de piel cada vez que reparaba en ello... que era preocupantemente a menudo.
Pasaron diez minutos y allí seguía. En la silla encorvada en un ángulo enfermizo mirándose esa pequeña uña sin parpadear casi, para no perderse ni un detalle.
La empezó a rascar, aquí y allá, para tratar de igualarla. Empezó a tirar de un padrastro y no lo hizo bien por los nervios y la frustración. Aquel día se puso guantes para ir al trabajo porque no quería que nadie se diese cuenta de que tenía un poco de costra sanguinolenta escondida bajo el terciopelo, riéndose de ella y atormentándola en silencio. Al llegar a casa se quitó el guante furiosamente y observó el meñique durante media hora. Sin atreverse a tocarlo esta vez. Hasta cogió su lupa buena para poder verlo más de cerca. Durante un fugaz segundo se arrepintió de no haber comprado aquel estúpido microscopio infantil para poder estudiar mejor aquella imperfección.
Se lavó las manos y se fue a la cama con intención de dormirse y olvidarse de algo que carecía por completo de sentido. Al fin y al cabo era sólo una mísera uña que se curaría en un par de días, nadie se iba a dar cuenta.
A las 6 de la mañana, con los ojos secos de no usarlos, cogió el cuchillo del pan y se quitó el problema de encima. Tiró lo que quedaba del dedo por la ventana del patio interior.
A las 8 de la mañana el perro de la portera olió algo fresco. Encontró el dedo meñique de la joven del 4ºG y lo tragó con sumo gusto, sin masticar apenas.
A las 3 de la tarde del día siguiente depositó lo que quedaba de la uña en el césped de la entrada del edificio.
A las 5 de la tarde la joven del 4ºG volviendo del hospital y de un rato muy pero que muy desagradable con un psiquiatra muy mal educado, lamentablemente pisó los restos que el perro de la portera había dejado allí para ella.
Indudablemente reconoció su propia uña.
La joven del 4ºG cayó al suelo, cerró los ojos y no volvió a producir sonido alguno. No volvió a cortarse las uñas, no volvió a caminar. No volvió a utilizar cubiertos que no fueran de plástico. No volvió a cruzar el umbral del 4ºG. No volvió a ser capaz de controlar ninguno de sus esfínteres y no volvió a lavarse los dientes con la derecha. Cayó al suelo. Cuando abrió los ojos estaba en el hospital. Esta vez no la dejaron salir.

lunes, 19 de diciembre de 2011

GOLPEA LA PARED

Golpea la pared. Golpea la pared. Golpea la pared. Golpea la pared una vez más. La última vez. Golpea la pared. Golpea la pared. Golpea la puta pared.
Basta.
Miro al frente y lo veo todo borroso. Una extraña mancha roja que parece un test de Roschach me contesta sarcásticamente. Me acerco porque no me entero muy bien de lo que me dice. ¿Qué dices? Que soy un enfermo.... muy original gracias. Golpeo la mancha con la mano. Mierda. Ahora la cabrona se ha mudado a mis nudillos. No me parece. ¿Dónde estaba el baño en esta casa? Dios! Qué puto frío hace, ¿no? Estar descalzo no ayuda, genio. Da lo mismo. ¡Ay! ¡Puto suelo de madera! ¡Putas astillas! La mesa del salón me dice algo... ¿Qué dices tu ahora? Ah sí, gracias, ya sé que debería llevar puestas las babuchas. ¿Qué le pasa a esta casa? ¡Cuánta hostilidad! Por fin la puerta del baño... menos mal. Joder menudas pintas tengo.... ¿Qué es esto? ah.... jajajajajaaj sangre. El espejo me dice que me he pasado un rato dándome en la cabeza con la pared. Sí... de eso me acuerdo. Coño si esta fría el agua. Y la toalla.... las toallas aquí siempre están húmedas joder. ¡Ay! sh.... shhhh! no ... a ver.... trae.... vale. Ahora mejor. Tengo muy mala cara, ¿no? ¿Qué es eso? tengo el ojo algo hinchado... pero bueno, al menos no me sangra. Si... debería hacerle caso a la mesa y ponerme zapatos. Ah, no espérate, esta no es mi casa. Voy a salir ya de aquí, me aburro. Echo una última ojeada al salón y me doy cuenta de que la tía del suelo tiene el codo en un ángulo extraño. A ver qué le pasa ahora a ésta. Tu.... el codo.... ¡Oye! ¡Que tienes el codo que se te sale el hueso!.... Tengo que hacerlo todo yo. Ven.... a ver.... sí, así mucho mejor, ¿ves? El sofá me contesta, pero yo no hablo francés. Miro a la tía del suelo pero algo sigue fallando..... Espérate que te saque el cuchillo del costado... si, mucho mejor. Ahí te quedas. ¡Adios! Creo que oigo al sofá decir "ourvuá" cuando cierro la puerta.
Los putos muebles siempre tienen que opinar de todo.

lunes, 5 de diciembre de 2011

CANCIÓN DE CUNA

Abrió los ojos y algo le molestaba en el fondo del oído. Tenía la sensación de haber soñado algo desagradable que no conseguía recordar. Cerró los ojos y trató de visualizarlo, de recordar algún detalle. Nada. Sólo esa molestia en la parte de atrás de la cabeza.
Con los ojos cerrados pudo concentrarse mejor en lo que escuchaba. Cuanto más tiempo pasaba de este modo, más nítido se hacía el sonido. Una risa infantil al principio quizás. Empezaba a oírse más fuerte. Era una risa, pero no tenía nada de infantil... Más fuerte, una risa chirriante. Una risa ensordecedora llena de odio. Una carcajada tan terrible que sabía a azufre y olía a óxido. Quería dejar de escuchar, pero era imposible. ¿Cómo se deja de escuchar?
La risa seguía allí, ocupándolo todo. No podía respirar. Todo su cuerpo retumbaba a su compás. No cabía nada más que aquel sonido incesante.
Dejó de escuchar de la única manera que supo. La ventana no estaba demasiado lejos. Y al parecer el suelo tampoco.